
Qué lejos quedan ya la figura del poeta incomprendido o del escritor inédito. La Red ha cerrado todas las puertas a la canción protesta o a aquella literatura que reivindicaba una conjura de los necios. Afortunadamente ni siquiera la poesía justifica ya las pintadas en los bancos del parque o las heridas de corazones en los árboles. No es que estemos condenados a una desaparición de la realidad, sino que gracias a las posibilidades de lo virtual nos evitamos el hecho de soportar los argumentos más aventurados sobre lo justo y lo injusto en el arte.
Hace unos años, un pretendido poeta (proponemos que la poesía sea siempre un pretensión) se dedicaba a llenar la Avenida Marítima de la capital Gran Canaria con su obra. Escribía sin cesar sobre la pintura blanca de los bancos del paseo. Ahora ese gesto ya no es transgresor. Cada vez menos gente admitirá ese uso de un espacio público como soporte literario. La propia ciudadanía le invitará a dejarlo tan blanco como se lo encontró sin leer siquiera una frase. Ya nadie puede insinuar que la culpa de su fracaso la tienen las empresas editoriales o discográficas. Todo esa cantinela pasó a la historia con Internet.
Si don Fernando estuviera entre nosotros el Blog de Ricardo Reis estaría permanentemente enlazado con los blogs de Álvaro de Campos, de Alberto Caeiro o de Bernardo Soares, por nombrar algunos de los más de 70 blogs a los que sin duda daría vida el maestro portugués.